El concierto había terminado, mas no todo el público había abandonado la Iglesia. La banda todavía se mantenía en el escenario y mi instinto periodístico me llamaba a entablar un breve diálogo con el vocalista.
El concierto duró dos horas, pero el entorno hacía sospechar que faltaba algo más.
Por Camila Mandujano
La gente aprovecha la oportunidad para conversar con los miembros de la banda como si se tratara de un grupo común y corriente (una diferencia más entre un concierto de cualquier artista o agrupación y Sublime Gracia Band).
El pastor me avisa que los jóvenes de la congregación están preparando hamburguesas para recaudar fondos. El objetivo es obtener el dinero suficiente para un campamento religioso el próximo fin de mes. Y los que todavía permanecen en sus asientos son los candidatos para hacer el sueño realidad.
Visito la cocina para conversar con algunos chicos que me encuentro. Unos están lavando los ingredientes, otros fríen las tentadoras hamburguesas y unos cuantos se encargan de esparcir el rumor de un alimento que salvaría a todos del hambre de dos horas.
El pastor me cuenta que cada evento que se realiza es una oportunidad para conseguir el fondo suficiente para las actividades internas de los jóvenes. Me llega a conmover el esfuerzo que despliegan y me animo a comprarles una.
Sin embargo, no dejo de pensar en la entrevista con el vocalista de la banda y no iba a conversar con él con el estómago vacío. De hecho, no me sorprende que uno de los chicos vuelva informando que necesitan más hamburguesas porque todos los artistas pagaron por una.
“Es ahora o nunca” pienso mientras le doy un mordisco a mi preciada consentida.
Con menos gente en el gran salón, me acerco al escenario donde la agrupación continúa su charla con el pastor y gente encargada de la Iglesia. Se me ocurre usar de intermediario al hombre que me había estado revelando información valiosa durante todo el concierto.
Y de esa manera es como finalmente me abro paso entre sillas vacías y ocupadas para tener un diálogo más personal con Juan Tapia, cantautor y director del grupo musical.
Me cuenta que, en particular, el público peruano le ha ayudado a sentir la energía positiva y a unirse con ellos como uno solo con el Señor de testigo. No solo él, sino todos los integrantes esperan regresar para una sexta ocasión con el fin de disfrutarla como si fuese la primera.
Además, resalta el hecho de adorar a Dios de diferentes maneras y que lo importante es hacerlo a través de la mente, el corazón y la voz. Uno de sus objetivos como agrupación es presentarse en un escenario con mayor capacidad para que el mensaje cristiano llegue a distintas masas (teniendo en cuenta que el concierto albergó poco más de ochenta personas).
Y, por último, me revela que los han invitado a ir a la selva a realizar una presentación. “Lo estamos considerando” dice risueño.
Soy capaz de documentar la entrevista con ayuda de una chica de la Iglesia, así como unas cuantas más del público y, como no, del pastor. Al finalizar, el olor de las papitas al hilo, lechuga, tomate y las cremas como mayonesa, kétchup y mostaza me llaman para repetir una hamburguesa, pero es demasiado tarde como para agregarle más carga a mi sistema digestivo.
Siendo las once de la noche, tomo las últimas fotos que me faltan y me despido de los que todavía piensan quedarse un rato más.
“Misión cumplida” pienso dentro de mí. “Ahora solo falta regresar a casa sin que me roben el material” agrega mi subconsciente.